Tras muchos engaños y mentiras aprendí a desconfiar. Después de muchas puñaladas asimilé que los amigos no son para siempre. Tras una infidelidad decidí no volver a enamorarme. Después de las críticas e insultos llegué a la conclusión de que la estupidez no tiene cura.


Durante mucho tiempo soporté mil cosas: Mi corazón se agujereó muchas veces, derramó lágrimas ensangrentadas, enfermó y dejó de palpitar; pero el tiempo cura incluso las heridas más profundas.
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